BUSCAN A YURITZI DESDE HACE 15 MESES

  • La Fiscalía de Guerrero apenas ha realizado dos operaciones para localizar a esta mujer; Octavio, a quien seres queridos señalan como presunto autor intelectual, está libre

Ciudad de México.- El último rastro que se tiene de Ana Yuritzi García Adame es de las 19:50 horas del 18 de enero de 2021 en Tequesquitengo, Morelos.

Cuatro horas antes, Adrián pasó por ella al hotel donde se hospedaba. Habían acordado comer para detallar la oferta que el hombre le hizo de invertir en tiendas de ropa en municipios de la Costa Grande, en Guerrero.

Ana Yuritzi subió al automóvil en el que llegó Adrián, se dirigieron a Tequesquitengo. Ahí comieron en el restaurante Infinity. Cuando terminaron, Adrián la llevó a una casa de renta ubicada sobre la avenida Circunvalación, en la misma zona. En esa casa fue donde el celular de Ana Yuritzi dejó de tener señal.

Han pasado 15 de meses y no hay un solo rastro. La Fiscalía General de Morelos (FGM) apenas ha realizado dos operaciones para localizarla. Adrián, quien no es Adrián sino José, está detenido. Octavio, a quien su familia señala como presunto autor intelectual, está libre: tres veces lo han detenido y siempre queda libre.

En Atoyac, en la Costa Grande de Guerrero, las dos hijas de Ana Yuritzi esperan a su madre.

La desaparición

El 16 de enero de 2021, Ana Yuritzi llegó con su hermano, Joaquín, a Cuernavaca, para comprar juguetes para sus hijas.

Ese día, Joaquín regresó a Chilpancingo; ella decidió quedarse para hablar con Adrián, un hombre que la contactó por las redes sociales para ofrecerle invertir en tiendas de ropa.

Ana Yuritzi estaba desempleada desde hace un par de años, vendía lo que podía para sobrevivir junto con sus hijas; tener un negocio no le pareció mala idea en ese momento.

El día 17 terminó de hacer las compras y esperó para verse con Adrián. Todo ese tiempo estuvo en comunicación con su madre, atenta sobre cómo estaban sus hijas en Atoyac.

Ana Yuritzi -por instinto tal vez- envió a su madre el nombre de Adrián y una fotografía de él. Su mamá la presionó para que regresara lo más pronto porque sus hijas la querían ver.

“Nada más como y me regreso”, respondió Ana Yuritzi, que nunca volvió.

Al día siguiente, Joaquín volvió a Cuernavaca, su hermana estaba ilocalizable, no respondía el celular, no se comunicaba. Presentó una denuncia por desaparición ante la fiscalía.

Desde entonces, Joaquín no ha parado de buscarla. La mayoría de las veces con sus recursos, por su cuenta ha obtenido la mayoría de datos y evidencias.

Con la fotografía que Ana Yuritzi envió a su madre, Joaquín descubrió que Adrián era en realidad José Adame Gómez. Descubrió también que era buscado por las autoridades por la desaparición de otra mujer.

Joaquín logró, por su cuenta, reconstruir esas últimas horas en las que el celular de Ana Yuritzi estuvo activo. Ubicó el trayecto que hizo José Adame con su hermana, desde que fue por ella al hotel hasta que llegaron a la casa.

En ese punto Joaquín ubicó la señal de otro celular, un mes después se enteró que era de Octavio, expareja de su hermana.

La detención

Era la tarde del 15 de febrero, Joaquín recibió una llamada: “Tenemos aquí enfrente a José”, dijo del otro lado del celular la hermana de Ana Karen, desaparecida el 10 de noviembre de 2019 en Temixco, Morelos.

Joaquín estaba en la Ciudad de México, llamó a la FGM para solicitar que policías ministeriales detuvieran a José Adame.

Los familiares de Ana Karen lograron que policías municipales arrestaran al hombre y a su acompañante mientras llegaban los ministeriales.

El otro detenido era Octavio, el mismo hombre del que su hermana se separó porque la golpeaba, la amenazaba y la hostigaba. Ese mismo día fue arrestada en su domicilio en Jiutepec, Morelos, Jesica, pareja de José Adame.

José Adame y Jesica están vinculados a proceso por la desaparición de Ana Karen. Además, él también fue vinculado por la desaparición de Ana Yuritzi y están relacionados con un tercer caso: la desaparición de Adriana Margarita Reyes Rufino.

El sospechoso

En 2018, Ana Yuritzi vivió seis meses con Octavio. Renunció a su plaza como profesora en Atoyac y se mudó junto con sus dos hijas a Cuernavaca.

La relación terminó cuando la joven descubrió que Octavio era casado pero, sobre todo, por la violencia a la que la sometía junto con sus hijas.

“Nosotros nos dimos cuenta que sufrió violencia extrema con Octavio, la golpeaba, la amenazaba”, recuerda Joaquín.

La violencia era constante. Una vez, cuenta, Octavio amenazó a Ana Yuritzi con una pistola, después le ponchó las llantas de su auto a balazos. Otra vez, su hermana tuvo que pasarle a una vecina a las dos niñas por la parte de atrás de la casa porque Octavio la estaba golpeando.

Después de todo eso, ella decidió dejarlo y regresar a Atoyac. En su pueblo, sin trabajo, comenzó a vender productos de belleza, artículos por catálogo y ropa.

Era la responsable de sus dos hijas desde que su esposo falleció, cuatro años atrás, en un accidente automovilístico.

Joaquín está seguro que Octavio es el autor intelectual de la desaparición de su hermana, pero llevarlo ante la justicia ha resultado casi imposible.

En la primera detención, a Octavio lo acusaron de delitos contra la salud, el juez de Control lo dejó libre pese a que se acreditó que su celular había estado el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar donde ubicaron por última vez el de su hermana.

Joaquín no desistió: la FGM casi un año después volvió a solicitar una orden de aprehensión contra Octavio.

“Hasta enero de 2022 no había ningún registro de que lo estuvieran buscando. En marzo nos comenzamos a quejar ante organismos de derechos humanos, ante el Conavim y eso provocó su segunda aprehensión”, relata.

El 18 de marzo lo detuvieron, al día siguiente fue la audiencia de vinculación en la cual el agente del Ministerio Público cometió un error: leyó ante el juez el número de celular de Octavio de forma equivocada: uno con terminación 100, cuando el correcto es con terminación 1000. La defensa de Octavio se aferró al error del MP y el juez lo dejó en libertad.

De inmediato, Joaquín exigió a la fiscalía que solicitara nueva orden de aprehensión. Lo volvieron a detener y el 24 de marzo de nuevo estaba en la audiencia de vinculación y volvió a quedar libre.

-¿Saben a qué se dedica Octavio?, se le pregunta a Joaquín en entrevista.

-A nosotros nos decía que tenía unos ranchos, y sí tenía sus vacas, pero ya haciendo la investigación descubrimos que es de los principales generadores de violencia, pues ya lo tienen identificado la fiscalía local y las autoridades federales.

-¿Está en la delincuencia organizada?, se preguntó.

– “Le hicieron una red de vínculos y lo vincularon con una organización criminal de Iguala, ¿Con cuál? La verdad no sé”.

-¿Tiene otras investigaciones en su contra?

-”Sé que tiene otras, algunos fiscales me han dicho: ‘Sabemos a qué se dedica, sabemos qué hace’, pero no lo detienen. No me consta si hay corrupción o qué cosa”.

Investigación a contracorriente

En estos 15 meses, Joaquín y su familia han recorrido un camino a contracorriente, casi todo lo que han logrado ha sido por sus propios recursos, por su iniciativa. En las autoridades han encontrado más burocracia que resultados.

Desde el inicio, Joaquín detectó anomalías en la investigación. De entrada, en 15 meses, la fiscalía sólo ha realizado dos búsquedas para localizar a su hermana. En los primeros días avisó a las autoridades sobre la casa donde presuntamente José entregó a Ana Yuritzi a Octavio, pero tardaron más de dos meses en catearla.

Después, cuando ubicó a Octavio y ofreció toda la evidencia, la FGM tardó casi un año para solicitar la orden de aprehensión. Durante todo este tiempo no ingresaron los datos de Octavio a la Plataforma México, el sistema donde los estados comparten información de presuntos delincuentes para que puedan ser detenidos en entidades distintas a donde cometieron el crimen.

Ante la lentitud constante de la FGM, Joaquín acudió a la Comisión de Derechos Humanos de Morelos. Relata que en una mesa de trabajo “el visitador se abrazó con el fiscal y con la ministerio público. Se conocen y eso no permitió que le diera el contexto legal que se requería y así fue: todos los argumentos que te estoy contando no aparecen en el acta que hizo el visitador.

“No puedo decir que en la fiscalía no me atienden, sí me atienden pero no me resuelven nada. Esta es una pregunta para el fiscal Uriel Carmona Gándara: ‘¿Qué les hace falta para localizar a mi hermana?’”, insiste.

La cifra

99 mil 595 personas se registran como desaparecidas y no localizadas en México hasta la fecha, de acuerdo con el  Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas del Gobierno federal.

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