Por Pegaso
Bromeaba yo en un chat acerca de la gran cantidad de migrantes de raza negra que inundan la zona centro de Reynosa y sus alrededores, como parte de un fenómeno de movilización mundial, donde países que están en guerra civil, que padecen insufribles dictaduras, un comunismo acendrado o el flagelo de las pandillas, están expulsando a gran parte de su población, que prefieren buscar mejores alternativas de vida en otras partes del mundo.
Y aquí, en Reynosa, nos llega de todo: Hondureños, guatemaltecos, salvadoreños, venezolanos, peruanos, bolivianos, cubanos, africanos, indúes y pakistaníes.
Lo más nuevo y llamativo ha sido la llegada de mujeres, hombres, jóvenes y niños de etnias africanas, y la calle peatonal nomás negrea de tanta gente de color obscuro que deambula por ese lugar.
Ya tenemos entre nosotros zulús, bantús, mazais y hotentotes. Sólo falta que empiecen a llegar también los pigmeos.
¿Por qué será que sólo las mujeres están felices por esta invasión negra?-pregúntome yo.
¿Será que en poco tiempo veremos una nueva generación de pequeñuelos mezcla de reynosense y africano?
Eso me recuerda aquella canción de El Puma que dice: A todo negro presente,/ yo le voy a aconsejar/que combine los colores/que la raza es natural,/que un negro con una negra/es como noche sin luna/y un blanco con una blanca/es como leche y espuma./ Todo negro pelo recio/con rubia se ha de casar/con rubia se ha de casar/para que vengan los hijos/con plumas de pavo real./ ¡Qué chévere, qué chévere, qué chévera!¡Au, au!
Lo cierto es que Reynosa, y me imagino que muchas otras comunidades del norte del país están convertidas en ciudades cosmopolitas, donde conviven razas de todos colores, tamaños y sabores.
Y si bien es cierto que la gran mayoría de los migrantes, llámense de la nacionalidad que sea, tienen la mira puesta en cruzar el charco y volverse gringos, hay un número importante que se quedan de este lado.
He escuchado durante décadas cómo los reynosenses se quejaban de la invasión de veracruzanos, a quienes llaman despectivamente “veracruchangos”, por su aspecto morenito, chaparrito, botijoncito y de ojitos saltones.
Hasta hay una colonia llamada Jarachina, ubicada al sur de la mancha urbana, la cual fue bautizada ingeniosamente como “Jarochina”, porque la mayoría de los habitantes son veracruzanos que laboran en las maquiladoras.
Pero ahora que nos llegan de todo el mundo, ¿cómo reaccionan los habitantes de Reynosa?
La ola africana está compuesta por individuos que proceden de países de la costa occidental del continente negro, como Nigeria, Camerún, Gabón, Ghana, Guinea y Angola.
Se quejaba ayer el pastor Héctor Silva, Director de la casa del migrante Senda de Vida, después de una entrevista, que ya no cabe ni un alfiler en ese recinto, y sin embargo, tienen que atender a todo aquel que llega buscando ayuda, pese a que no existe el apoyo económico por parte de los gobiernos federal, estatal o municipal.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso, cortesía de la Sonora Dinamita: “Progenitora, ¿cuál será la motivación que impulsa al individuo de raza obscura?” (Mamá, ¿qué será lo que quiere el negro?)