AL VUELO/ Besamanos

Por Pegaso 

El deporte de moda entre los políticos no es el golf, ni el futbol, ni el beisbol, mucho menos el jaibol o el levantamiento de tarro, como dicen algunos de manera chusca, sino ir a sentarse durante horas en la antesala de la oficina particular del Senador Rucardo Montreal, en Zacatecas, besarle la mano y tomarse la foto con él, para después venir a presumir a Reynosa y decir que ya tienen asegurada la candidatura a la Presidencia Municipal. 

No sé por qué se tiene que hacer ese ritual. Se supone que en MORONA las cosas se hacen de manera democrática y no porque el líder del Senado, el del Partido o el Presidente de la República lo quieren. 

Yo no tengo nada en particular en contra de Montreal, pero no es santo de mi devoción, por ser de la misma ralea que el Pejidente, que Norroña y que El Perro Pantorrillero: Intolerantes, misóginos y extremadamente soberbios. 

Sin embargo, es un hecho que todos le rinden pleitesía y hasta hay quienes le llevan costosísimos regalos o que le ofrecen millones de pesos para lograr sus objetivos. 

La frase más socorrida en los tiempos de la Cuarta Transtornación es: “Estuve con Monreal”. 

Me recuerda aquellas escenas donde los obispos de todo el mundo acuden a un cónclave de la Iglesia Católica, allá en El Vaticano, y forman una larga fila para besar el anillo del Papa. 

Y por cierto, cuenta Jo-Jo-Jorge Falcón que una vez vino el Papa Pancho a México y fue recibido en el Convento de los Carmelitas Descalzos. 

Se sentó en una silla y se hizo la infaltable fila de piadosos hombres de la fe. 

Uno a uno fueron pasando y por su nombre, el Papa les decía: 

-Hermano Casiano, deme un beso en la mano. 

Pasaba el hermano Casiano hasta donde se encontraba Su Santidad y le imprimía sonoro ósculo en la mano. 

-Hermano Vicente, deme un beso en la frente. 

Y pasaba el hermano Vicente para cumplir con la pontificia indicación. 

Ya por último… 

-Hermano Agapito, deme un beso en… ¿dónde se escondió, hermano Agapito? 

Más o menos así está Montreal, allá, en su búnker de Zacatecas, atendiendo la interminable fila de lamehue… perdón, de aspirantes a cargos de elección popular, desde gobernadores, alcaldes, diputados federales, diputados locales y hasta regidores. 

Yo, desde mi muy particular punto de vista, considero que toda esa zalamería debería ser erradicada de esta República, para dar paso a la meritocracia. Que los que vayan a ocupar cargos públicos lo hagan por sus propios merecimientos y su capacidad. 

La ceremonia del besamanos ocurre cuando hay un personaje que acapara una enorme dosis de poder, como en este caso, Rucardo Montreal. 

Da lástima ver cómo personajes que se la dan de muy chingones en este pueblo bicicletero, van y se hincan, le besan la mano y hasta le dan las nalgas al Senador Montreal a cambio de una pinche foto que después difundirán en las redes sociales como prueba irrefutable de que son los próximos alcaldes. 

Yo por eso no voy a Zacatecas, porque detesto hacer fila y, porque además no quiero que me pase lo que le pasó al hermano Agapito. 

Los dejo con el refrán estilo Pegaso: “Desmadejadito y coadyuvando”. (Flojito y cooperando). 

Notas Relacionadas

Deja tu comentario