AL VUELO/ Normalidad

Por Pegaso

Andaba yo volando allá, sobre el nuboso cielo de Reynosa, cuando me enteré del morrocotudo Plan para la Nueva Normalidad.

Visto así, de repente, como que asusta. ¿Cómo que una nueva normalidad? O qué, ¿definitivamente ya no podremos salir a la calle a echarnos unos taquitos de trompo, a cotorrear con la raza al café Tips, a besar de cachetito a las befas y de mano a los cuates, a irnos de shopping a McAllen o a enseñar la barriga a la playa de Matamoros? ¿Todo eso se acabó? ¿Y como para cuándo vamos a volver a la normalidad normal?

He indagado un poco y puedo asegurarles que hemos entrado en un período donde la sana distancia, el lavado de manos y el uso de cubre boca será el pan de todos los días.

Para evitar que el malnacido coronavirus siga haciendo de las suyas en la salud y las finanzas de los mexicanos, es necesario que sigamos ciertas reglas en el trabajo, cuando vamos de compras o cuando acudimos a alguna reunión.

El nuevo plan establece que a partir del primero de junio podremos volver a la chamba y hacer una vida casi normal en los municipios donde no hay COVID-19 o hay muy pocos casos de la enfermedad, siempre y cuando tomemos las precauciones que marca el manual.

Pero hay algo más.

La Nueva Normalidad nos va a obligar a ser más austeros que un monje recoleto.

Eso no será problema para la gente marginada porque ellos están acostumbrados a comer todos los días sus frijolitos con tortillas, chiles en vinagre y su infaltable chesco.

El sacrificio será para los clasemedieros y ricachones.

Si usted tiene un par de zapatos, ya no compre otros. Si se le acaban los que trae, váyase al centralito a comprar unos de segundo cachete. Le durarán más que los de Coppel.

No se vale tener más de dos pantalones, uno para el trabajo y otro para el uso diario. Hay muy buena ropa en las pacas. Solo busque uno de su talla y ¡listo! Quedará como muñeco de aparador.

Señora popofona, ya no use brassieres de marcas exclusivas, como Playtex, Smart and Sexy, Warner´s o Fruit of the Loom. Lléguele al tianguis Jarachina y cómprese uno usadón a su gusto, y a muy bajo precio.

Recuerde que ahora las cosas han cambiado. Antes, se veía mal al sujeto o sujeta zarrapastroso que vestía cualquier tiliche.

Ahora, a los que les van a hacer el feo, a los que les van a decir ¡fuchi caca! y ¡guácala! Será a los que portan finos casimires de lana australiana, zapatos Ferragamo, camisas Charvet, Turnbull and Asser, Alexander Kabbaz, Ana Matuozzo o Lorenzini, los que manejan automóviles BMW, Alfa Romeo, Porsche o Mercedes Benz.

Claro, en un país libre como México usted tiene la libertad de usar lo que quiera, pero como que ya es tiempo de adoptar la austeridad republicana.

Y eso va también para los grandes potentados, como Carlos Delgado, Rucardo Jalias Pliego, Germán Diarrea, Alberto Tallieres y María Arramburrozavala, quienes harían bien en donar sus miles de millones de dólares a obras de caridad y transportarse en el metro o en la democrática pesera.

Todos, sin excepción (bueno, menos los hijos del Pejidente), debemos adoptar ese estilo de vida.

Lo haremos porque así nos obliga la nueva normalidad que nos trajo el malhadado coronavirus.

Viene el refrán estilo Pegaso: “A individuo con inmejorable capacidad de discernimiento, escaso léxico”. (A buen entendedor, pocas palabras).

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