AL VUELO/ Perdón

Por Pegaso

PERDÓN 

Perdón. Una palabra que evoca muchas cosas. 

Perdón. Como aquella vez que el doctor Poncho brincó del PRI al PAN y se equivocó, la rechifla de los azules presentes en La Quinta Blazer y la consecuente petición de perdón por parte del ex político, ahora primer actor. 

Perdón. Cuyos sinónimos son remisión, absolución, gracia, amnistía, indulto o indulgencia. 

Perdón. Palabra aguda compuesta por seis caracteres, un tilde, dos sílabas, seis fonemas, cero morfemas. 

Perdón. Dícese del acto de perdonar o disculpar a alguien por una acción, renunciando eventualmente a vengarse, reclamar o castigar al ofensor. 

Perdón. Implica la existencia de los siguientes elementos: 

1.- Una ofensa. 

2.- Conocimiento de la ofensa por el ofendido. 

3.- El ofendido se siente afectado. 

4.- Se modifica la actitud del ofendido hacia el ofensor. 

5.- El ofensor expresa y manifiesta su arrepentimiento. 

6.- El ofensor reconoce su error y solicita el perdón del ofendido. 

7.- El ofendido decide perdonar. 

Debe seguirse tal algoritmo desde que nace la ofensa hasta que hay un perdón definitivo. 

Teniendo conocimiento de lo anterior, los malvados españoles están obligados a darnos una disculpa, o en este caso reconocer su error y solicitar el perdón del pueblo mexicano por la masacre que hicieron de los indígenas aztecas, zapotecas, tlaxcaltecas, chichimecas y karatecas, hace ya 500 años. (Nota de la Redacción: El autor de la columna incluyó la palabra “karatekas”, pero para mí que esa no iba ahí). 

Siguiendo la misma lógica, yo, Pegaso, recomendaría que los alemanes pidieran una disculpa a los judíos por las 6 millones de muertes durante la II Guerra Mundial. 

Que los gringos pidan perdón a los japoneses por haberles arrojado las dos bombas atómicas, una en Hiroshima y otra en Nagasaki. 

Que el Homo sapiens haga un acto de contrición y lamente públicamente el haber acabado con el Hombre de Neanderthal. 

Que los güeros se arrepientan de habernos arrebatado la mitad del territorio nacional y que nos lo devuelvan con intereses. 

Que el Vaticano reconozca que la imagen de la Virgen de Guadalupe fue una vil copia de un ícono español y traída a México para sojuzgar a los indígenas rebeldes que seguían adorando a Huitzilopochtli y a Cuatlicue. 

Que el pelón Jalinas pida perdón al PRI por haber mandado asesinar a Colosio. 

Que Ernesto Zepillo se dé de latigazos en la espalda con alambre de púas por haber autorizado el FOBAPROA. 

Perdón es una palabra que abarca mucho y todos, en algún momento, debemos hacer uso de ella para recobrar la paz de nuestro espíritu. 

¿De qué, pues, tendría que pedir perdón el Pejidente ALMO, si es un alma de Dios, caritativo, que jamás ha robado, que es fiel a morir, que es más noble que una lechuga, más caritativo que la madre Teresa de Calcuta y que siempre ha querido lo mejor para los mexicanos? 

Pues que pida perdón a los millones de espermatozoides que tuvieron que morir para que él llegara a fecundar el óvulo y pudiera nacer, o a los papás de los niños que se están muriendo de cáncer… ¡qué sé yo! 

Y el refrán estilo Pegaso dice así: “¡Careces de la amnistía otorgada por la deidad”. (¡No tienes perdón de Dios!) 

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