AL VUELO/ Por Pegaso

Masón

A:.L:.G:.D:.G:.A.:.U:. 

Hace muchos años me inicié en la masonería, en el Rito Esocés Antiguo y Aceptado.  

Actualmente estoy en sueños. 

Nací en el seno de mi madre logia “Armonía y Fraternidad”, de este Oriente de Reynosa. 

Mi padrino, ya fallecido, Benjamín Tamez Chávez, periodista de la vieja guardia, me invitó a participar en las tenidas, pero antes, tenía que iniciarme. 

Me tocó hacerlo el mismo día que mi otro padrino, Don Adán Cisneros De la Rosa. 

Llegamos a la hora señalada al local que se ubicaba por la calle 16 de Septiembre con Morelos, de la Zona Centro. Era Gran Maestro Benjamín Tamez. 

Nos hicieron pasar a un cuarto completamente oscuro, donde había varias personas, maestros, compañeros y aprendices. 

En medio de aquella absoluta oscuridad, alguien nos colocó una espada en el pecho y nos preguntó qué sentíamos. 

Recuerdo que yo dije que sentí algo afilado. Mi padrino Adán, con aquella gracia que lo caracteriza, solo alcanzó a decir: “Sentí un piquete en la chichita”. 

Total. Nos iniciamos como masones. Para ingresar al templo, había que hacer la señal masónica, poniendo la mano a la altura del pecho y después dejándola caer para describir una escuadra. 

Teníamos que decir la Palabra Secreta, que se dice entre dos, susurrando alternativamente en el oído del otro, porque que está prohibido decirla completa y en voz alta: B-O-A-S. 

Y ya por último, antes de incorporarte a la tenida, recitar el credo masónico: “Tengo fe en mis ideales, esperanza en realizarlos, por amor a la Humanidad”. 

Una vez en el interior, el Veneneable Maestro se sentaba en una especie de trono, acompañado de otros maestros de menor grado, como el Capellán, el Secretario, el Tesorero, el Maestro de Ceremonias, el Primer Vigilante, el Segundo Vigilante, el Primer Diácono, el Segundo Diácono, el Guarda del Templo Interior, el Guardia del Templo Exterior y otros. 

La masonería ha estado presente en México desde hace varios siglos y su historia se remonta a los primeros constructores de templos, inspirados en el rey Salomón. 

Benito Juárez fue el más conocido y cada que se realiza una ceremonia de Natalicio, el 21 de marzo, representantes de diversas logias se dan cita en la plaza pública, junto a las autoridades, para rendir tributo a su legado. 

Desde aquella época, la mayoría de los Presidentes de la República han sido masones. 

El actual Presidente, Andrés Manuel López Obrador, es masón de clóset. 

La revista en línea Luces del Siglo.com relata cómo en uno de los primeros eventos públicos de AMLO en Palacio Nacional, el del Grito de Independencia, exclamó: “Viva la Fraternidad Universal” e inmediatamente después hizo el “abrazo cruzado”, ambos símbolos de la masonería. 

Otro conocido masón fue Mario Moreno Cantinflas; y así, se puede rastrear en muchas de las figuras de relieve de la política y la Administración Pública la pertenencia a alguna sociedad secreta o logia. 

Quienes están en activo, suelen traer una pequeña insignia metálica de la escuadra y el compás y saludan con tres apretones del dedo pulgar. 

A propósito de sociedades secretas, en cierta ocasión se encontraron dos maestros masones. Uno de ellos le pregunta al otro: Venerable Gran Maestro, Luminar de Todos los Orientes, Luz y Guía de la Humanidad, ¿por qué no acudiste ayer a la tenida ordinaria de nuestra Madre Logia? 

Y contesta el aludido, todo mohíno: “¡Pos porque no me dejó ir mi vieja, cabrón!” 

Sirva este Trazado de Arquitectura para que los profanos conozcan, aunque sea un poquitín, el fascinante mundo de la masonería. 

Los dejo con el refrán estilo Pegaso: “La totalidad de lo que emite radiación visible no necesariamente es mineral áureo”. (No todo lo que brilla es oro).

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