AL VUELO/ Sapo 

Por Pegaso

¿Quién es Pepe el Sapo? 

Se trata de un personaje muy popular de Internet, que casi todos hemos visto alguna vez como meme en las redes sociales. 

Se trata de un batracio antropomorfo verde, que se originó en un comic de Matt Furie llamado Boy’s Club. 

Fue inmortalizado mediante plataformas como Myspace, Gaia Online y 4chan, para expresar melancolía, ira o sorpresa. 

Sin embargo, en los últimos años ha sido prácticamente secuestrado como mascota por grupos de ultraderecha de Gringolandia, que defienden a morir al Trompas en las redes sociales. 

Junto con la svástica y otros emblemas nazis, fue catalogado como un símbolo de odio por la Liga Antidifamación (ADF) de aquel país. 

Aunque en un principio Pepe el Sapo se compartía en las redes sin ningún tipo de implicación racista o de odio, poco a poco algunos supremacistas blancos empezaron a convertirlo en mascota del entonces candidato republicano Donaldo Trompas. 

En su primera campaña presidencial, se podían ver algunos carteles con el rostro de Pepe el Sapo, vestido a la usanza de El Trompas con su inconfundible copete güero, haciendo la señal de la victoria. 

En la campaña actual, donde el folclórico y misógino candidato republicano va perdiendo gacho, no se le ha vuelto a identificar con el verde batracio. 

Sin embargo, las similitudes entre ambos son más que manifiestas. 

Por ejemplo, ambos son obesos, resbalosos y verdes… bueno, El Trompas solo tiene el rabo verde. 

Los dos tienen un hocico enorme.  

Hay muchas anécdotas que nos remiten a los sapos y ranas. 

Por ejemplo, es muy común escuchar de las muchachas casaderas que se han llevado chascos en sus vidas amorosas y dicen, haciendo un gesto de resignación: “Tienes que besar a muchos sapos para encontrar a tu príncipe azul”. 

Por cierto, en la fábula de los hermanos Grimm llamada “El Príncipe Rana”, una hermosa princesa tiene una linda pelota de oro, pero al estar jugando junto a un charco la pelota se hunde. Entonces, una rana aparece y le dice a la princesa que recuperará su juguete, a cambio de que la lleve al castillo, la siente a su mesa y duerma con ella en su cama. 

La princesa acepta, pero cuando tiene en su mano la pelota, se olvida de su promesa y deja a la rana triste y sola en su charco. 

Pero como era una rana muy terca (otra similitud), se va al castillo a exigir el pago del favor, así que la princesa no tiene más remedio que sentarla a la mesa y llevarla a su habitación. 

Como toda chava mimada y antojadiza, en lugar de darle un lugar en la cama la toma de las patitas y la arroja contra la pared, convirtiéndose en un apuesto príncipe. 

Disney hizo una película donde cambió la última escena. En lugar de un madrazo en la pared, la princesa le daba un beso a la rana y se convertía en príncipe. 

Sirva la anécdota como una metáfora de lo que ocurre actualmente con el presidente-sapo de Gringolandia. 

Estuvo durante cuatro años en la mesa y cama, pero llegó el momento en que la princesa, es decir, la ciudadanía, lo agarrará de las patas y lo arrojará contra su maldito muro. Solo que no se convertirá en príncipe sino que seguirá siendo sapo para toda su vida. Más o menos como Pepe el Sapo. 

Va el refrán estilo Pegaso: “A pesar de que la hembra de simio se atavíe de prenda confeccionada con textiles elaborados a base de capullos del gusano Bombix mori, como hembra de simio permanece”. (Aunque la mona se vista de seda, mona se queda). 

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