La Comuna/ La lección del Calabazo

Por José Ángel Solorio Martínez

Río Bravo, Tamaulipas, en los recientes años, ha visto el despliegue de varias políticas públicas urbanas. El primer alcalde que, instrumentó un proyecto de obra relevante en la ciudad, fue el priista Moisés Melhem Kuri; luego le siguió el panista –ganaría con el amparo de las siglas de los azules–, Juan Antonio Guajardo Anzaldúa.

Melhem, o Mussy, como le conocían amigos y ciudadanos, fue de los pioneros jefes edilicios en construir la infraestructura vial con pavimento hidráulico. Todavía hoy, sobreviven al paso del tiempo y de los vehículos esas rúas. El deterioro que en ellas hoy se percibe, es más bien por los efectos de la irresponsable COMAPA que destruye sin reparar esos bienes ciudadanos y no por la calidad de los materiales con los cuales se construyeron.

Casi todo el primer cuadro de la cabecera municipal, vivió días de gloria en aquel rubro.

Guajardo Anzaldúa, fue el primer presidente municipal que llevó a la periferia –colonias populares– la pavimentación con asfalto; antes que él, la autoridad municipal tomaba el camino simple y barato de encalichar las entradas y salidas a esos centros urbanos.

En sus dos trienios, le cambió el rostro a la ciudad. Le dio vida a la calle Guanajuato, hasta convertirla en un paseo comercial que generó beneficios diversos a los habitantes de esas comunidades.

Varios alcaldes, ni idea tuvieron para resolver las deficiencias que en servicios públicos ha tenido, y tiene, el pueblo. Les bastó, tomarse fotos con quinceañeras, pintar escuelas y salir en boletines sonrientes.

Sería prudente recordar: Río Bravo, no sólo es la entrada a Tamaulipas; es también, la entrada a México.

Y más: es la puerta y ventana hacia Latinoamérica.

El actual presidente municipal, Calabazo Villegas, está remontando el déficit heredado por varias administraciones del PRIAN. En esa tarea, destaca un esfuerzo fundamental: el rescate de los espacios públicos para la ciudad y los ciudadanos.

No es cosa menor ese intento.

Por décadas, se olvidaron plazas, se soslayó la mejora de calles –alumbrado, equipamiento urbano y mantenimiento– y se ningunearon espacios para el ocio ciudadano.

El Calabazo, ha estado entregando a los habitantes del cinturón urbano de la ciudad, varias avenidas que no eran utilizadas por las noches ante los riesgos que representaba cruzarlas en la oscuridad. El alumbrado, no sólo es parte de la estética de una ciudad; es a la vez, la posibilidad de que la gente se apropie de sus calles que el miedo les puede arrebatar y en algunos casos, les arrebata.

Otra obra del Ayuntamiento guindo, es el rescate de uno de los centros de esparcimiento público más olvidado por el poder municipal: el centro recreativo conocido como la Boca del Payaso. Ubicado en una populosa colonia, ese espacio –construido en la administración del priista Mussy– fue dejado morir como lugar público en forma deliberada por diversas administraciones municipales.

El alcalde morenista Villegas, ha reconstruido ese lugar que apunta a ser uno de los más importantes rescates para la diversión y el recreo de los riobravenses.

El Calabazo, está dando una lección.

Una de las jornadas más apremiantes para los Ayuntamientos de la IV T en Tamaulipas, es la recuperación de los espacios públicos. Cobra especial relevancia esa acción, por la mentalidad que mostraron muchos ediles del estado, que –por años– privatizaron áreas de equipamiento, parques, jardines y plazas públicas.

Cuando se cumpla a plenitud esa obligación, tendremos ciudades con una cara más sonriente y amable.

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