AL VUELO/ Caló

Por Pegaso

Unn gringo que recién había llegado a la capirucha pasaba siempre por una concurrida avenida, allá, en el barrio bravo de Tepito, donde había una obra en construcción.

Los albañiles, albureros como ellos mismos, deseosos de divertirse a costillas del gabacho, le gritaban cuando pasaba cerca de ellos: “¡Ehhhh! ¡Pinche gringo nalgas de hule!”

Y era cosa de todos los días.

Tal era su molestia, que un día le platicó a un colega mexicano lo que le ocurría cuando pasaba por aquel lugar.

-Mira, Charly. No les hagas mucho caso. Sólo se divierten contigo. Te están albureando. Haz lo que te voy a decir: Mañana, cuando pases nuevamente por donde están ellos y te digan:”¡Ehhh! ¡Pinche gringo nalgas de hule!”, tú les vas a contestar: “¡Me das miedo!”

-¿Eso ser todo?¿Con eso ya dejar de molestarme?-preguntó el sajón.

-Sí. Ya verás cómo se quedan callados.

Llega el siguiente día. El norteamericano se levanta, se baña, se viste y apresura su paso para pasar frente a los albañiles, muy seguro de que el truco servirá para ahuyentar las barbajanerías de aquellos palurdos.

Y cuando va pasando por el frente, uno de los maistros le grita: “¡Ehhh!¡Pinche gringo nalgas de hule!”

Y muy ufano, el aludido contesta sin inmutarse: “¡Oh, mexicanou!¡Tú proporcionarme temor!”

El chascarrillo de difícil comprensión viene a colación porque, al regresar de mi vuelo matutino, me puse a pensar cuán complejo y florido es el lenguaje popular mexicano.

No hay ninguno en el mundo que se le compare.

Tómese por ejemplo el caso del gringo. Su amigo no le explicó el verdadero sentido de los albures, por consecuencia, la respuesta la dijo a su modo.

Muy diferente hubiera sido que, efectivamente, les hubiera contestado: “¡Me das miedo!”

¿Por qué?

Simple. El albañil, al decir: “¡Ehhh!¡Pinche gringo nalgas de hule!” está profiriendo un insulto no tan velado cuyo propósito y objetivo es causar molestia en la víctima, o sea, en el gringo, cuyo mohín de impotencia causa en ellos estruendosas y festivas carcajadas.

Pero cuando la contestación es: “¡Me das miedo!”, significa que el ofensor tiene que aflojar los glúteos. Una forma simbólica de ser fornicado.

Ese es el mundo de los albures y del lenguaje popular mexicano.

Y es por eso que cuando viene un extranjero a vivir temporal o definitivamente a nuestro país, tarda mucho tiempo en comprender los vericuetos de nuestro lenguaje.

Siendo el caló mexicano la forma característica en que se comunican los individuos de nivel socioeconómico muy bajo, principalmente en el área de influencia del Distrito Federal, existen incluso enciclopedias y tratados que se dedican exclusivamente a su estudio e interpretación.

El grupo musical Café Tacuba nos deleita con una joyita del más refinado estilacho, cuando canta ante miles de fans:

¡Ya chole, chango chilango! (¡Ya basta, individuo capitalino de baja condición social!)

¡Qué chafa chamba te chutas! (¡Cuán estrafalaria actividad laboral desempeñas!).

No checa andar de tacuche (No concuerda el uso de traje sastre).

Y chale con la charola (Y deja a un lado la placa de policía).

Termino mi colaboración de hoy con una expresión típica de los chilangos cuando ven pasar delante de ellos a una curvilínea y correteable chamacona: “¡Ejerzo presiooooónnnn!” (¡Apachurroooooo!)

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