AL VUELO/ Culteranismos

Por Pegaso

¡Pueblo de México!​

Estamos en una nueva etapa de la vida social, económica, política y cultural de nuestro país.​

La República Amorosa exige que olvidemos los viejos esquemas de interacción social para recuperar de una vez por todas el rompido y corrompido tejido social.​

Si el mismo Pejidente AMLO está dispuesto a perdonar los pecadillos de los malosos, ¿qué no podemos hacer nosotros con nuestros semejantes cuando nos sacan la lengua o nos tocan el claxon del carro al pasarnos un alto?​

La civilidad es el camino.​

Ya lo dijo JR, el Delegado Federal en Tamaulipas, cuando lo entrevistaron un montón de periodistas: «¡Pórtense bien!»​

Y la doctora Maki tiene varios años pidiendo a la gente en cada inauguración de obra que barran el frente de sus casas, que se hablen bien con los vecinos, que le den de picoretes a sus viejos o viejas y que quieran mucho a sus chilpayatitos.​

Yo agregaría que es imperativo cambiar la forma de expresar nuestras frustraciones, porque se oye muy feo cuando alguien le mienta la mamá a otra persona.​

El lenguaje del mexicano está plagado de cacofonías. Las leperadas, groserías, majaderías, dislates, bobadas, disparates, estupideces, fantochadas, fatuidades, gansadas, idioteces, mentecateces, necedades, ñoñeces, patochadas, sandeces, simplezas, soserías, tontadas, vaciedades, desatinos y ridiculeces forman parte del vasto y florido léxico de nuestra raza de bronce.​

Propondré reformas al Manual de Urbanidad de Carreño para sustituir de manera paulatina, pero constante, ese lenguaje procaz, vulgar y corriente que utilizamos para denostar a nuestros semejantes.​

Porque una buena majadería se dice no sólo de dientes para afuera, sino que tiene que llevar una carga emocional intensa, a veces de odio, a veces de envidia y muchas veces, de frustración.​

Cambiemos el uso de vulgarismos por culteranismos, que nada nos cuesta.​

Pongo aquí algunos ejemplos para que nos vayamos habituando al nuevo léxico, que es mucho mejor y abona más a la reconstrucción del tejido social, que no sé quién lo tejió pero que los políticos traen mucho de moda:​

1.- Cuando alguien nos dice o realiza alguna acción que nos afecta en el ego, para dar salida a nuestra frustración, tomaremos aire y procederemos a denostrarlo con las siguientes aladas palabras: «¡Perjudica a tu galante progenitora!»​

2.- Cuando un tema o asunto es difícil, en lugar de decir: «¡Está cabrón!», diremos: «¡Posee una condición semejante a la del macho cabrío!»​

3.- Si vemos en la calle a un homosexual que nos cae gordo, en lugar de decirle: ¡»Pinche puto!», para no sonar homofóbicos debemos referirnos a él de la siguiente manera: «¡Auxiliar de cocinero homosexual!»​

4.- Cuando nos golpeemos un dedo con el martillo, en vez de exclamar: «¡Ay!¡Qué putazo me di!», podemos decir: «¡Ouch! Cuán prostitutazo me he propinado!»​

5.- O si alguien hace algo mal, preferiremos decirle: «¡Cuán semejante eres al cuadrúpedo denominado Bos taurus!», en lugar de decirle: «¡’Tas bien güey!»​

¿Ven? Los culteranismos pueden sustituir exitosamente a las vulgares expresiones que hasta ahora acostumbramos proferir los mexicanos, tal como lo exige la nueva República Amorosa.​

Usted no se limite con las expresiones culteranas. Puede incluso utilizar algún latinajo en su léxico cotidiano y verá que poco a poco el resto de la gente seguirá su constructivo y valeroso ejemplo.​

Va el infaltable refrán estilo Pegaso: «¡Negativo, puesto que resulta benéfico!» (¡No, pos ‘tá güeno!)

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