Por Pegaso
No sé ustedes, pero yo estoy muy contento con las diferencias físicas, fisiológicas, psicológicas y culturales que hay desde siempre entre hombres y mujeres.
Y es que después de mi vuelo vespertino, me puse a pensar sobre el trillado y socorrido tema de la igualdad de género, que después se cambió a paridad de género, en relación con la designación de candidatas y candidatos a distintos puestos de elección popular.
Incluso, si se fijaron, ya es necesario decir «candidatas y candidatos» para que alguna feminista no se vaya a ofender y la haga de tos a esta cotorra columna.
A lo que iba.
Desde mi muy particular punto de vista, quienes asumen una postura feminista radical andan muy mal de su cabecita.
Quieren ser igual que los hombres, pero eso nunca va a ser posible.
Y no va a ser posible no porque el hombre sea superior, sino por todas las cuestiones que mencioné al principio de esta colaboración.
Y al grito de ¡Vivan las diferencias entre hombres y mujeres! me apresto a iniciar una campaña dirigida a concientizar a todo el mundo para que se guarden tales divergencias, que es lo que le da sabor a la vida.
Por ejemplo: Van dos chavos en un camión del transporte colectivo de la ruta Juárez, sentada una enfrente del otro.
El chavo cruza las piernas y la chava lo imita; el chavo cruza también los brazos y la chava hace lo mismo; el chavo descruza las piernas y la chava sigue imitándolo… Ya intrigado y algo divertido, el jovenazo se quita un tenis para ver si su contraparte femenina hace lo mismo y así es, efectivamente, la chava se quita el tenis.
Dispuesto a seguir el juego a ver hasta dónde llega, él se quita la camisa y ella también, quedando en un coqueto top rosita; él se quita la camiseta y… ella ya no le sigue el juego
¿Qué pasó? Pues que el chavo quedó con el torso desnudo, pero la joven, por pudor, no pudo hacer lo mismo.
Eso es precisamente lo que abogo. Las pequeñas grandes diferencias.
Una mujer debe tener pudor, ante todo, debe ser delicada, no aventarse de pedos en público, no eruptar, no rascarse ante los demás la zona V y sobre todo, conservar ese aire de misterio que envuelve toda mirada femenina.
Ya veo yo a las ultrafaministas comportándose igual que los hombres, porque a final de cuentas, eso es lo que quieren ellas, que desaparezcan las diferencias.
Al rato, si tienen éxito, no vamos a poder distinguir en la calle quién es uno y quién es otra.
Así pues, hago mía la cita del Poeta, novelista y pensador británico William Goldin que a la letra dice:
«Creo que las mujeres están locas si pretenden ser iguales a los hombres. Son bastante superiores y siempre lo han sido.
Cualquier cosa que des a una mujer ella lo hará mejor.
-Si le das esperma, te dará un hijo.
-Si le das una casa, te dará un hogar.
-Si le das alimentos, te dará comida.
-Si le das una sonrisa, te dará su corazón.
Engrandece y multiplica cualquier cosa que le des. Pero si le das basura, ¡prepárate a recibir toneladas de mierda!»
Termino con el refrán estilo Pegaso: «¡Mujeres! Lo que nos pidan podemos, si no podemos no existe, y si no existe lo inventamos por ustedes». (¡Féminas! Cualquier objeto o situación que nos demanden podemos solventarlo; si nos es imposible obtenerlo, es inexistente; y si es inexistente, procederemos a crarlo por su causa).