AL VUELO/ Sancho

Por Pegaso

Recostado en mi mullido cumulonimbus recordaba yo aquel pasaje de la monumental obra de Cervantes, «Don Quijote De la Mancha», donde Sancho Panza, escudero del manchego hidalgo imparte justicia en la ínsula Barataria, que el fuerte y vigoroso brazo de su amo ganó para él.

La parodia, que pretendía ser una crítica de Cervantes hacia el sistema monárquico de la época, presenta a Sancho resolviendo los más intrincados problemas de sus gobernados, no usando las leyes, porque como decía, «van leyes a do quieren reyes», sino el buen juicio y el sentido de la justicia.

Digo lo anterior porque, platicando yo con buenos amigos acerca de la manera en que se puede mejorar el sistema penal del país les presenté una idea que puede oirse estrambótica en un principio, pero que da un giro de ciento ochenta grados al tema de la impartición de justicia.

Primero debemos diferenciar los términos ley y justicia.

Ley es el conjunto de códigos que reglamentan la convivencia en una sociedad.

Por otro lado, la justicia es la acción de reconocer y conceder lo que a cada quien le corresponde.

Ahora bien. Tú eres un padre de familia que se ha quedado sin empleo. Tus hijos tienen hambre, pero no hay manera de conseguir dinero, así que vas a una tienda y robas una pieza de pan.

El propietario del establecimiento te señala y la policía te lleva detenido. Ahí, el Agente del Ministerio Público recibe la querella del afectado y acopia las pruebas necesarias para enviar el caso al juez penal, quien estará a cargo de dictar la sentencia.

Te llevan al penal y te dan tres años de cárcel por el delito de robo.

Siendo primodelincuente (que delinques por primera vez) y además, delincuente famélico (que delinques por hambre), te encontrarás de pronto en el interior del centro penitenciario con narcotraficantes, ladrones irredentos, pervertidos y todo tipo de bestias humanas que, tarde que temprano te van a contagiar sus mañas.

Entonces, ¿todo eso por una pieza de pan?

«Yo propongo-les dije a mis cuates, uno de ellos candidato a diputado federal- que en el Código Penal se incluya sólo un renglón, una frase que diga: La Ley es la vía para alcanzar la Justicia».

Con ese sólo addendum cambiaría la cara del sistema de justicia penal mexicano,-les comenté.

El juez ya no tendría que decirle al padre que robó el pan: «Te he condenado porque robaste y la ley dice que a los ladrones hay que castigarlos».

Tú le replicarías: «Pe-pe-pero, señor Juez, lo hice para alimentar a mis cinco chamacos».

Y el letrado recularía: «Pos sí, mi amigo, yo sé que lo hizo por necesidad, pero la ley es la ley y ni modo. ¡Jálele pa’l bote!».

Con la adición de la supradicha frase (que debiera estar ya inscrita en letras de oro en alguna marquesina del Congreso o de perdis convertida en jurisprudencia), el Juez tendría elementos legales para decir: «Bueno, permítame revisar su caso. ¡Mmmmhhh, sí! Efectivamente, usted robó este pan porque sus hijos no tienen qué comer. Páguele al tendero el precio de la pieza y veamos si éste retira la denuncia. Si lo hace, no hay delito que perseguir y usted queda en libertad, bajo la condición de que no reincida en el mismo comportamiento ilegal».

¿Ven? ¡Qué diferencia! Ley y justicia no son la misma cosa.

¡Cuántos hombres y mujeres primodependientes podrían recuperar la ansiada libertad!

En lugar de eso permanecen en la ergástula, aprendiendo de los criminales más redomados y acumulando un profundo rencor hacia la sociedad y sus instituciones. A final de cuenta le sale al Estado mucho más caro que perdonar un delito cometido por causas de extrema necesidad.

Termino con la mención de mi buen amigo, el doctor Carlos Bracho Ugalde, Premio Municipal al Mérito Ciudadano 2018, quien durante varios años investigó en las cárceles del país a las mujeres primodelincuentes y delincuentes famélicas.

Tras conocer la situación de cientos de ellas, llegó a la conclusión de que podrían salir de prisión mediante un indulto presidencial, reintegrarse con su familia y reagrupar a los chamacos que andan metidos en las pandillas y asociados con grupos criminales.

Hasta hace medio segundo, al Presidente no le ha dado la gana de firmar los indultos. ¡Qué poca ma… teria gris!.

Necesitamos un Sancho Panza para esta ínsula Barataria, pero ya.

Y nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: «Individuo perito en hurtos que hace víctima de latrocinio a su igual, cuenta con un siglo de amnistía». (Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón).

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