AL VUELO/ Sketch V

Por Pegaso

Se encuentra el padrecito Varquera en su confesionario de la parroquia de Guadalupe cuando a lo lejos escucha un lastimoso llanto.

Era la Chabelita que se acercaba llorando a moco tendido.

-¡Ay, Dios mío!-dice el prelado. ¡Ahí viene otra vez esa hija de… tu Santa Gracia!

Entra la Chabela al confesionario y le besa la mano al señor cura, quien inmediatamewnte después se limpia las mucosidades en su inmaculada sotana.

-¡Ave, María Purísima!

-Sin pecado concebida, padre.

-¿Y ahora por qué lloras, Chabela? ¡Mira nada más cómo vienes! Límpiate esas excrecencias.

-¡Ayyyy, padre, es que no me atrevo a verlo de frente, ya que mi honra y mi pudor han sido salvajemente pisoteados por un emisario del demonio del mediodía, un enviado del averno que pretende arrastrarme a lo más profundo del Tártaro.

-A ver, a ver, cálmate y dime por qué estás diciendo esas barbaridades.

-Sí padre. Usted conoce a Donaldo Trompas, ¿verdad?

-¡Claro que sí! A Donaldito Trompas, un muchacho muy bien educado y sobre todo, respetuoso de las buenas costumbres de la Santa Iglesia Católica y gran amigo de los migrantes.

-¡Nada de buenas costumbres, padre! Es un ente repleto de lujuria y concupiscencia.

-No puedo creer lo que dices. ¿Qué fue lo que pasó?

-Pues mire, padre, iba yo saliendo de la misa de las ocho de la noche cuando me encontré al tal Donaldo y me dijo (haciendo la voz gutural y poniendo los ojitos en blanco): «¡Chabela, te quiero enseñar lo que tengo! Ven a mi casa para mostrártelo».

-Y naturalmente tú te negaste a ir…

-(Soltando nuevamente el llanto) ¡Ayyy, ayyy, ayyyyyyy!

-¿Cómo? ¿Sí fuiste con él a su casa?

-Pos es que yo quería ver lo que me iba a enseñar.

-Bueno, ¿y luego qué ocurrió?

-Pues nada, padre, que ya estando dentro de su casa que saca su cosota y me la enseña…

-¿Qué fue lo que te enseñó?

-Pues eso que tenía entre las piernas. Estaba bien grande y dura, Hasta me hizo que se la agarrara…

-(El padre agarra su biblia con las dos manos y le da en la cabeza) ¡Pécora, inverecunda, pecatriz! ¿Cómo pudiste hacerlo?

-¡Ayyyy, no me diga esas cosas tan feas, padre!

-Pero cómo no te lo voy a decir, mujer pérfida… ¿y luego qué pasó?

-Bueno, me puse a verla y tocarla. Y entonces él me dijo (nuevamente con voz gutural y poniendo los ojos en blanco): «¡Chabela, yo sé que no eres feliz, pero con esto te pondrás muy contenta!»

-No lo puedo creer. ¡De qué cosas es capaz Donaldito! De ese gargantúa me encargo yo después. Y luego, ¿qué te dijo?

-Me dijo que la quería aventar a Corea del Norte para darle un escarmiento al Gobierno de ese país…

-Espera, espera, Chabela, ¿de qué me estás hablando?

-Pues del misil grandote y duro en el que estaba sentado Donaldo.

-¿Y es de un misil de lo que me estabas hablando desde el principio?

-¡Pues claro que sí padrecito!¿Usted qué me había entendido?

-Nada, nada, hija. Ver y tocar el misil que quiere aventarle Donaldito Trompas a los coreanos no es un pecado.

-¿No es un pecado? ¡Gracias, padre, qué bueno es usted! (Besándole las manos).

-Anda, ve con Dios, Chabela.

(Sale la Chabelita del confesionario y el padre Varquera enlaza las manos a la altura del pecho, mientras dirige al cielo una mirada de reproche): Dios mío, ¿por qué no te llevar a tu sierva a la Casa Blanca?

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