Por Pegaso
Ahora que ya anunciaron el inicio de la aplicación de la vacuna contra el COVID-19, la raza como que ya anda más tranquila.
Según el calendario contenido en el Plan Nacional de Vacunación, habrá cinco etapas, dependiendo de la edad y las condiciones de salud de cada mexicano.
En la Etapa 1, que correrá de diciembre de este año a febrero del 2021, la recibirán solo el personal de salud que trabaja en la primera línea de defensa, los que conocemos desde hace diez meses como “Héroes de la Salud”, quienes se la rifaron para atender a los enfermos cuando todo era oscuridad y miedo.
En la Etapa 2, de febrero a abril del 2021, se contempla aplicar la vacuna a los trabajadores de salud de la segunda línea, o sea, los que no estuvieron en contacto directo con los pacientes, y a los abuelitos mayores de 60 años.
En la Etapa 3, de abril a mayo del 2021, entrarán los viejones de entre 50 y 59 años.
En la Etapa 4, de mayo a junio del 2021, los chavorrucos que tienen entre 40 y 49 años y finalmente, en la Etapa 5, de junio del 2021 a marzo de 2022, la chaviza.
No sé de qué manera se desarrollará la logística, porque tengo entendido que el biológico del que está elaborada la vacuna necesita de temperaturas ultrafrías, muy por debajo de los cero grados centígrados, de lo contrario, sus propiedades curativas desaparecen.
Será necesario transportar las dosis en vehículos y contenedores especiales, tal vez custodiados por elementos de la Guardia Nacional porque no falta aquel grupo de campesinos o maestros que bloqueen una carretera y retrasen la entrega.
Pero supongamos que ya se esté aplicando la vacuna. Los que la vayan recibiendo segurito lo primero que harán será quitarse el cubrebocas, abrazar a los cuatachos y recibir de beso en el cachete a sus tías y primas fodongas.
Se irán al antro, harán carnes asadas y se lanzarán a la playa a broncearse y a mover la barriga caguamera porque ya no tendrán temor del malhadado virus SARS-CoV-2, causante del COVID-19.
Es posible que de manera paulatina la vida que teníamos antes de marzo de este año se vuelva a recuperar, pero, ¿y si no es así?
Toda vacuna protege contra una enfermedad específica, pero en materia de virus, éstos mutan rápidamente.
Cada cepa es diferente a la anterior y entre un año y otro puede que la vacuna ya no sea tan efectiva, como ocurre actualmente con la influenza.
Si hay algo que nos debe enseñar este período obscuro es la humildad. No podemos simplemente volver a alocarnos porque siempre estará un nuevo germen a la vuelta de la esquina.
Yo recuerdo que allá, por los años 80s, empezó a hablarse de una enfermedad que producía una muerte lenta, pero segura. La llamaron Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), provocada por el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).
A la fecha, aunque han hecho todo lo posible y aunque sería un tremendo negociazo para aquel laboratorio que descubra la vacuna, eso no ha sido posible.
La población tuvo que acostumbrarse a usar el globito para protegerse de ese terrible padecimiento, que en un principio se pensó que era exclusivo de los homosexuales, pero que después pasó a heterosexuales y mujeres.
¿Qué pasaría si de pronto se descubre un tratamiento eficaz y barato contra el VIH o una vacuna accesible para todos? Todo mundo se soltaría el pelo y viviría la vida local, ya sin temor a contraer la infección.
Igual pasará con el COVID-19. Los que tengan la vacuna tendrán la tentación de volver a la vida de antes, cuando el mundo nos sonreía y la amenaza de una pandemia no nos pasaba por la cabeza.
Sin embargo, habrá que estar en guardia de manera permanente porque los virus mutan fácilmente.
Por otra parte, yo sigo pensando que detrás de todo esto está la mugrosa mano de los grupos poderosos que mueven al mundo.
Que la teoría de Maltus ha inspirado a una élite a eliminar a la población enferma o débil.
Y antes de que me tachen de conspiranoico, porque se oye muy gacho, los dejo con el refrán estilo Pegaso: “Mantén actividad neuronal negativa y estarás en lo cierto”. (Piensa mal y acertarás).
