AL VUELO/ Pancracio

Por Pegaso

Andaba yo volando allá, por el centro de la ciudad, observando desde las alturas cómo los trabajadores del Municipio se preparan para gozar del período vacacional de verano.

En el rostro de las personas que pasan frente a los amplios ventanales del restaurant La Estrella se nota ya ese brillo especial en los ojos que da la expectativa del bien merecido descanso.

Y pues bueno, sentado frente a mi laptop HP convertible a Mac, llamó mi atención el comentario que subió a su féis mi compañero y amigo Hugo Reyna, donde propone realizar un ciclo de cine mexicano de luchadores, presentando las más conocidas joyas de ese género.

La idea no está tan mal.  Es más, en respuesta yo lo animé para que cristalizara en la realidad y pudiéramos gozar en buena compañía de las mil y una peripecias de El Santo, Blue Demon, Mil Máscaras, Huracán Ramírez y Tinieblas, entre otros muchos embozados que hicieron las delicias de chicos y grandes en la época del Cine de Oro de México.

Ahora bien, contra lo que se cree, Santo, el Enmascarado de Plata no fue quien inauguró éste tipo de películas.

El mérito se debe a una cinta llamada La Bestia Magnífica, proyectada en 1953, donde actuaron Wolf Ruvinskis, Miroslava y los luchadores El Bulldog, Cavernario y El Médico Asesino.

Después vinieron La Sombra Vengadora (1956), con un luchador que traía una capucha muy parecida a la del Rayo de Jalisco; fue hasta 19566 cuando El Santo apareció en el celuloide, con la película Santo contra el Cerebro del Mal, en una coproducción con Cuba.

Siguieron muchas otras, entre las más destacadas:  Santo contra las Mujeres Vampiro (1962), Neutrón contra el Dr. Caronte (19663), Santo, el Enmascarado de Plata contra la Invasión de los Marcianos (1967), Arañas Infernales (1968), protagonizada por Santo y Blue Demon; Santo en el Tesoro de Drácula (1969), Santo contra las Momias de Guanajuato (1972), donde aparecen también Blue Demon y Mil Máscaras; Santo y Blue Demon contra el Dr Frankenstein (1974), por citar algunas de las más conocidas.

El pancracio es un mundo fascinante, mezcla de espectáculo y deporte, de misterio y de comedia.

Ahí, tomando el café matutino, apareció de repente frente a mi mesa mi padrino, Don Adán Cisneros, quien en su ya lejana juventud fue luchador profesional.

-¿Y cómo empezó su carrera de luchador?-le pregunté a bocajarro.

-Mire, ahijado Pegaso.  Yo empecé en la lucha libre cuando veía en el ring a mi compadre Al Cruz. Fue algo muy difícil porque creo que de mil gentes que deciden ser luchadores, sólo diez llegan a ser profesionales. Pero yo pude lograrlo y subí al ring para alternar con muchas figuras locales y nacionales.

Creo, según me ha comentado en pláticas anteriores, que en alguna ocasión le tocó luchar al lado de El Santo, pero no estoy seguro.

Lo que sí sé es que fue un rudo enmascarado que luchaba en pareja bajo el nombre de El Misterio Rojo, o algo así.

-¿Dónde quedaron sus máscaras?-le volví a preguntar.

-Pos no sé. Ya hace mucho tiempo de eso.

-¿Las perdió, las regaló o qué les hizo?-quise saber.

-Los güercos, que fueron creciendo y las agarraban para jugar hasta que las perdían.

-¡Qué lástima!-le contesté.  Eran un bonito recuerdo. ¿Alguna vez perdió la máscara ante otro luchador?

-Nunca me la quitaron,-dijo, y así finalizó la charla sobre el tema de la lucha libre.

En México, en las décadas de los cincuenta, sesenta y primeros años de los setenta, ambos mundos, el del cine y el del pancracio se fusionaron.

Películas como las antes mencionadas, que Hugo Reyna quiere revivir para beneplácito de las personas que gustan de ese tipo de proyecciones, son ahora consideradas joyas de la cinematografía mundial en países europeos, como Francia, Inglaterra, España, Portugal, Italia y Alemania.

Lo chafa de los efectos especiales y el toque retro son como oro molido para la gente de aquellas latitudes.

En Santo y Blue Demon contra las Momias de Guanajuato, los famosos luchadores se enfrentan con la maldición de un corpulento gladiador del siglo pasado que juró vengarse de los descendientes del primer Santo, quien lo derrotó en el encordado.

Las pinches momias salen de sus vitrinas y empiezan a corretear gente, hasta que llegan nuestros valerosos héroes y las enfrentan con enjundia hasta acabar con ellas.

Hago un paréntesis aquí para señalar que las películas mexicanas de luchadores fueron de las primeras en mostrar a los muertos vivientes, lo que ahora se conoce como películas de zombies.

Y, dato curioso.  En otra cinta que se titula precisamente Santo contra los Zombies, éstos no son como las momias, sino que se trata de personas comunes y corrientes que gracias a un dispositivo se convierten en esclavos de un científico demente.

Ya sea en películas o en el ring, los luchadores mueven multitudes donde quiera que se presentan.

La Sonora Santanera cantaba: «La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción; en el ring luchaban los cuatro rudos ídolos de la afición: El Santo, El Cavernario, Blue Demon y El Bulldog… Y la gente comenzaba a gritar, se sentía enardecida sin cesar…»

-¿Y sí duelen los chigadazos que se dan los luchadores?-pregunté al Misterio Rojo, alias Don Adán Cisneros.

-¿Cómo no? Yo me tiraba desde la tercera cuerda y el otro güey que se quitaba… Te quedaba ardiendo la espalda.

Vámonos con el refrán estilo pegaso: «¡Tratarán de dominan a su oponente al triunfar en dos de tres episodios sin limitaciones temporales!».(¡Lucharán a dos de tres caídas sin límite de tiempo!)

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